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La crisis yanomami y la preservación del patrimonio vivo

Nosotros, del Comité Científico de Cambio Climático y Patrimonio del ICOMOS-BR, expresamos nuestro repudio a los hechos y procesos que nos trajeron las escenas que vimos en todos los medios, nacionales e internacionales, retratando el abandono que condujo a la tragedia que ocurrió entre la población de la etnia Yanomami, en el Estado de Roraima, en pleno corazón de Brasil.


No nos engañemos, porque esto no es solo un hecho aislado o desconocido. Es un proyecto, pues la misma tragedia viene ocurriendo en muchas de las comunidades indígenas del territorio nacional, amenazadas por intereses económicos, muchas veces armados, teñidos de tintes racistas y culturalmente supremacistas. No es casualidad que veamos redes sociales electrónicas pintadas repetidamente con los nombres de las etnias indígenas afectadas. Estos hechos reflejan, al mismo tiempo, cómo estas tragedias desesperadamente cotidianas encuentran poco espacio en los medios. Dependen, para ser objeto de justo repudio, de situaciones emblemáticas que afectan a los pueblos indígenas, ya esos pocos desinteresados ​​que muchas veces dan la vida por denunciar la situación real de los pueblos indígenas y pueblos tradicionales que habitan Brasil.


Nuestro Comité Científico, Cambio Climático y Patrimonio Cultural, pertenece a una institución, ICOMOS, cuyo ámbito es la preservación del patrimonio cultural, entendido como un conjunto de objetos, testimonios de la experiencia humana, que contienen vínculos y memorias que hacen referencia a nuestra historia, a nuestras costumbres. , nuestras prácticas y que, a lo largo del tiempo, se materializan en objetos, manifestaciones, lenguajes, tradiciones, cuya atribución de significados, atributos y valores, reflejan la existencia humana en sus territorios, las huellas de la sociedad en el pequeño planeta que habitamos.


Como comité científico que busca hacer frente a las consecuencias del cambio climático que afectan directa o indirectamente este patrimonio, y que quiere preservar las formas de vivir y existir de las diferentes comunidades humanas en sus territorios, entendemos que la tragedia yanomami es una reflejo directo no sólo de una política de exterminio, que tendremos que superar, sino de una mentalidad negacionista, que afecta a todos aquellos percibidos como diferentes, o que se nos presentan como tales para atender intereses concretos e inmediatos.


Cuando hablamos de cambio climático estamos hablando de esta transformación ciega del mundo que habitamos, donde estamos y existimos, donde nuestra relación con la tierra solo comprende la dominación y explotación insostenible de los recursos. No se trata simplemente de actuar y creer ingenuamente que la racionalidad y el desarrollo técnico resolverán más tarde los problemas que creamos. No podemos legar al futuro la destrucción de testimonios que marcan el camino de nuestra existencia, nuestro patrimonio, humano o ecológico. Es nuestra responsabilidad percibir el medio ambiente como parte de nuestra totalidad, y no como un límite a ser superado, explorado, transformado y destruido. Para ello, podemos inspirarnos y dialogar con los modelos ancestrales de nuestros pueblos indígenas, más sensibles y cercanos a la madre tierra.


Ya no se trata sólo de percibir “la vida tal como es”, sino de darse cuenta de que es fundamentalmente “el arte del encuentro”. La tragedia yanomami, entre otras invisibles, nos muestra el rostro duro del encuentro con el desencuentro que conduce a la destrucción de pueblos, envenenamiento de ríos, depredación de fauna, destrucción de bosques, escasez de medios de subsistencia, formas de vida y riqueza cultural. La tragedia yanomami nos muestra el rostro feo y duro de la sociedad del desacuerdo que nos quieren imponer. Necesitamos, por tanto, redescubrir el encuentro como ideal de vida, valorar la diferencia desde una visión ecosistémica, donde cada uno aporte, donde la tierra sea parte, no sólo como trasfondo, o como base, del recurso de nuestra desarrollo. La percepción de la especificidad de cada ser, y de cada lugar que habita, sea este ser animado o no, nos permitirá percibir, en la capacidad de diálogo, el porqué de la idea misma de nuestro derecho a existir, y comprender, comprender y preservar nuestro frágil y vulnerable refugio, la tierra.

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