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CAMBIO CLIMÁTICO Y PATRIMONIO CULTURAL


Representantes de los países participantes en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2022.


Las discusiones producidas en diversas arenas políticas desde principios del siglo 21 marcan un momento histórico de cambios paradigmáticos en los modelos tradicionales de ver y ser visto en el mundo. Debemos partir de una idea ampliada sobre las marcas de la colonización de los últimos cinco siglos y la demanda de una mirada decolonial, recuperando los conocimientos tradicionales y nuestra relación con la tierra e integrándolos en una idea de desarrollo sostenible, siempre pensada desde la socio y la biodiversidad, a través de una colaboración transdisciplinar.

La anormalidad generada por la absurda concentración de la riqueza y el acceso a los recursos, herencia colonial, se manifiesta violentamente, teniendo como contrapunto la profundización en la pobreza y el olvido de las minorías y de los saberes y conocimientos de los pueblos originarios. Por lo tanto, es necesaria una búsqueda activa de métodos participativos para la construcción de sistemas políticos inclusivos que permitan garantizar mayores capacidades en el sentido de poder alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (2015)[1], indicados por la ONU y compartidos en todo el mundo:

  1. Fin de la pobreza;

  2. Hambre cero;

  3. Salud y bienestar;

  4. Educación de calidad;

  5. Igualdad de género;

  6. Agua limpia y saneamiento;

  7. Energía asequible y no contaminante;

  8. Trabajo decente y crecimiento económico;

  9. Industria, innovación e infraestructura;

  10. Reducción de las desigualdades;

  11. Ciudades y comunidades sostenibles;

  12. Producción y consumo responsables;

  13. Acción por el clima;

  14. Vida submarina;

  15. Vida de ecosistemas terrestres;

  16. Paz, justicia e instituciones sólidas;

  17. Alianzas para lograr los objetivos.

Más allá de las posturas que se mueven entre horizontes opuestos, los problemas relacionados con los desafíos climáticos, el desequilibrio económico, la justicia social o los derechos humanos ya no son problemas individuales, de estados o de regiones, convirtiéndose en problemas colectivos y globales, de toda la humanidad en su conjunto, y con impactos en todo el planeta.

Cuando discutimos los desafíos climáticos relacionados con el Patrimonio Cultural entendemos que estos no se asientan solo en las relaciones específicas de las transformaciones ambientales y en los consiguientes desastres resultantes del cambio en las variables climáticas, tales como:

  1. El aumento de los océanos y la alteración de los paisajes costeros, con el deshielo, promueven la inmigración y los procesos migratorios;

  2. Los regímenes estacionales de sequía e inundación que alteran los ecosistemas, la silvicultura y toda la producción agrícola familiar relacionada con la tierra;

  3. Eventos extremos como huracanes, tormentas y tsunamis entran en la vida cotidiana y manifiestan una situación de enorme incertidumbre social.

Estos fenómenos afectan gravemente a los conocimientos tradicionales, a las identidades y al bienestar de los poseedores, bienes culturales materiales y naturales, a su entorno, a su ambiente y a sus áreas de influencia, causando una intensa e irreversible degradación, alteración o destrucción de los paisajes. Por otro lado, las repercusiones de estos procesos van más allá de los elementos componentes de dichos bienes, llegando incluso a modificar intensamente la salud de los ecosistemas y de los pueblos que habitan estos diversos lugares. En este escenario, nuestra mirada se dirige a los temas relativos al patrimonio pensándolo como un escenario que nos muestra temas relacionados con la salud, el bienestar, la seguridad alimentaria, y con el respecto a las múltiples dimensiones de la sostenibilidad y del uso de la tierra y del agua, así como de la permanencia de las poblaciones en las regiones afectadas, incluidos sus lazos culturales.

El cambio climático no está instalado en una proyección futura, es hija de la incertidumbre y las crisis actuales. Sus impactos, directos, indirectos, en sus diferentes escalas y despliegues, son inconmensurables. Según un informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC-ONU), publicado el 28 de febrero de 2022, entre 3.300 y 3.600 millones de personas son vulnerables a los efectos del cambio climático, lo que significa más del 50% de toda la población mundial. El éxodo, la migración, la inmigración forzada, la pérdida de lazos culturales comunitarios y de lazos vernáculos con los territorios afectados son consecuencias directas de los cambios ambientales en los diversos sistemas. socio-político-culturales en la Tierra, muchos de ellos derivados del cambio climático.

Nuestros bienes materiales e inmateriales requieren respuestas sociales y políticas que contribuyan a una cultura de resiliencia social, entendida como la capacidad de enfrentar crisis o adversidades basada en procesos cognitivos, culturales y/o emocionales previamente aprendidos que aseguren la preservación de sus valores. La resiliencia minimiza los peligros, excluye a las personas y los bienes de la exposición en áreas susceptibles de sufrir impactos y propone soluciones y modelos para reducir la vulnerabilidad de los elementos, conjuntos y lugares expuestos, o bien de los hábitats o de los grupos sociales que los habitan y/o utilizan.

En los últimos años, hemos experimentado numerosos desastres en Brasil, resultantes del aumento de la temperatura, con sequías, inundaciones, deslizamientos e incendios en diferentes regiones.

Entre 2020 y 2022, de manera única, la deforestación y los incendios forestales devastaron biomas como la Selva Amazónica y el Pantanal, Patrimonio Natural de la Humanidad y Reserva de la Biosfera por la UNESCO, impactando drásticamente el ecosistema; asimismo, el Cerrado y la Caatinga, biomas reconocidos como Patrimonio Nacional, se han visto afectados abruptamente por la supresión de su vegetación y biodiversidad. Además, la destrucción de cursos de agua y manantiales, tan importantes para el modo de vida tradicional de las poblaciones que allí viven, ha perjudicado la garantía del suministro, tanto en calidad como en cantidad, de ocho de las doce cuencas hidrográficas del país, incluido el propio Amazonas.

La destrucción de estos biomas afecta directamente las formas de vida, a la salud y a la economía de los pueblos indígenas, de las comunidades quilombolas, de los ribereños, de los pescadores artesanales y de aquellos dedicados a labores extractivas. Por tanto, estos deben ser los principales actores que han de ser escuchados en temas relacionados con la demarcación de tierras, las reformas agrarias y los programas de aceleración del crecimiento, y control de riesgos.

Entre 2021 y 2022, las altas tasas de lluvia impactaron en ciudades históricas brasileñas como Petrópolis, Paraty o Río de Janeiro; Congonhas do Campo y Ouro Preto, en Minas Gerais; o en Recife, Pernambuco, entre otros tantos otros lugares. La falta de aplicación de recursos a los Planes Municipales de Reducción de Riesgos resultó en desastres que podrían evitarse o impedirse desarrollando acciones que minimizarían el daño causado al patrimonio cultural.

La falta de preparación de las poblaciones y los funcionarios públicos para las situaciones de emergencia resultantes de estos desastres naturales tiende a agravar los impactos experimentados en los últimos años con inundaciones y el deslizamiento o caída de colinas, montañas, o simplemente laderas. Estos eventos catastróficos pueden afectar directamente a instituciones de nuestra memoria como museos, bibliotecas y archivos, entre otros.

La alteración de los ecosistemas, hábitats y ecotonos producen cambios en el clima y en el régimen hídrico, cuyas consecuencias actuales son ya claramente perceptibles y las futuras son tan inciertas como impredecibles, y probablemente afectarán gravemente a la salud y el bienestar de sus diversos habitantes.

La cuenta del carbono es una construcción colectiva y, por lo tanto, es responsabilidad de todos. Quienes se creen protegidos en sus torres de cristal se equivocan, porque los efectos del cambio climático y sus impactos sociales nos afectan a todos, tanto en relación con el ámbito ambiental como en las cuestiones económicas y políticas. El principal impacto de estos cambios climáticos está ocurriendo en la salud del planeta y en la salud de las personas que lo habitan, sin diferenciar los niveles sociales, culturales o económicos.

En vista de los diferentes asuntos planteados, el comité CCH-ICOMOS BR recomienda:

  1. Fortalecimiento del compromiso y liderazgo del Estado brasileño con el Acuerdo de París (2015);

  2. La generación de Planes de Acción Nacionales relacionados con el Cambio Climático, desde la escala federal hasta la escala local, que puedan coordinar las singularidades de cada territorio que compone Brasil desde una visión integrada y holística;

  3. El establecimiento de Programas gubernamentales e intergubernamentales de Gestión de Riesgos para el Patrimonio Cultural Material e Inmaterial, construidos a partir de la experiencia y la acción participativa de las comunidades, a través de plataformas colaborativas e interoperables;

  4. El mapeo de riesgos debe ir acompañado del mapeo de la población y las áreas ambientales y culturales más expuestas y vulnerables, determinando un Plan de Inversiones que incluya la identificación, georreferenciación, monitoreo, infraestructura, calificación y preparación de las comunidades en relación a los Desastres Ambientales;

  5. El desarrollo e implementación de propuestas de Coordinación de Planificación y Gestión Estratégica con el establecimiento de Planes Municipales de Reducción de Riesgos en áreas catalogadas, sus alrededores y áreas de influencia, considerando no solo los bienes, sino los ecosistemas y hábitats, con presupuestos y cronogramas garantizados y supervisados por las agencias públicas responsables;

  6. La interlocución entre ICOMOS e ICOM do Brasil, así como entre IPHAN, IBAMA e IBRAM, en relación con la encuesta de expertos, y la disponibilidad de metodologías y recomendaciones comunes relacionadas con la EDS y los desafíos climáticos, debe elaborarse centrada en el patrimonio cultural, incluidos museos, colecciones, sitios arqueológicos, patrimonio construido, paisajes y lugares vinculados a la cultura inmaterial, simbólica y sensible;

  7. Interlocución con el programa REED+ (Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal), con el programa C40 (gestión de riesgos en grandes ciudades), con el sistema de mapeo de riesgos del servicio geológico y el INPE, con el programa Ciudades Verdes (liderado por IBAMA en las 50 capitales de Brasil), con la mediación y coordinación del CENAD (Centro Nacional de Gestión de Riesgos y Desastres) y con la Defensa Civil (en sus diferentes escalas de gobierno);

  8. Vigilar, exponer y criminalizar a través de acciones de la Corte Suprema las políticas públicas dañinas que impidan, dificulten y pongan en peligro la producción cultural de los pueblos indígenas y comunidades tradicionales, sus paisajes y territorios, o su propia existencia;

  9. Hay que destacar que todos los temas, problemas y opciones ambientales son esencialmente opciones políticas de los Estados Miembros de la ONU, incluido Brasil, y es esencial que las estructuras de gobernanza establecidas creen mecanismos para el cumplimiento de todos los acuerdos, cartas y recomendaciones relacionadas con los Desafíos Climáticos y la Protección del Patrimonio Cultural, firmados y asumidos como un compromiso de las naciones.

De esta forma, este Comité respalda y da continuidad al compromiso de ICOMOS con la emergencia climática que nace desde la adopción del Acuerdo de París en la COP21 en 2015. Este compromiso se ha visto reflejado en acciones como la creación del Grupo de Trabajo sobre Cambio Climático en 2017, el reconocimiento del patrimonio cultural como agente vital para la resiliencia, con la aprobación de la Resolución 19GA 2017/30 y con el apoyo de la institución al lanzamiento de la Red de Patrimonio Climático en 2019, por ejemplo.

El Comité de Cambio Climático y Patrimonio de ICOMOS-BR propone, como prioridad, la creación de una Red de Patrimonio Climático para América Latina, con participación especial de los países fronterizos de la Amazonía Legal y el Pantanal - Argentina, Brasil, Bolivia, Colombia, Ecuador, Guyana, Guayana Francesa, Paraguay, Perú, Surinam, Uruguay y Venezuela.


Brasil, 4 de noviembre de 2022


COMITÉ CIENTÍFICO DE CAMBIO CLIMÁTICO Y PATRIMONIO - ICOMOS/BRASIL

[1] https://www.un.org/sustainabledevelopment/es/objetivos-de-desarrollo-sostenible/

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